CACERÍA EN ESQUEL (1967)




AGUSTIN NORES MARTINEZ -CACERÍA EN ESQUEL (1967)

- “Qué opinas flaco … hacemos lo que nos pide Agustín, o lo liquidamos si la cosa se pone fea ?, no sea que se nos dispare … mirá que esos tipos son bastante pesados y grandotes, que por mas que anden a caballo, se nota que no saben manejarlos”.-
- “No Horacio, no sea que hagamos una macana y se nos encule el tío, recordá que fue claro: “”ustedes con seguridad serán los primeros en llegar a la pelea y es necesario que le corten los garrones para que puedan llegar los alemanes para sacar fotos y filmar; y la que tiene que matar es Regalito (creo que éste era su nombre o sobre sobrenombre) Repetur, para darle mas espectacularidad al trabajo de los dogos y puedan palpar la confianza y seguridad que les dan los dogos cuando se prenden”-
Este diálogo lo teníamos al amanecer con Custodio Bustos Fierro, cuando en nuestro primer viaje a Esquel, allá en Enero de 1967, fuimos a veranear a Esquel, aceptando una invitación de Agustín Nores en su Nido de Cóndores. Fuimos por 15 días, nos quedamos mas de 45, abusando de su hospitalidad.





Un par de días antes de esa salida habían llegado unos periodistas de Alemania, los que querían conocer si era cierto lo que se decía y escribía en Europa sobre la raza y, especialmente, la caza a solo perro y cuchillo, a la que ya en el mundo entero le llamaban Montería Argentina.
En la primera salida no nos fue posible encontrar los chanchos, lo que determinó a Agustín cambiar de lugar en el siguiente día, siempre en las cercanías de Esquel. Si la memoria no me traiciona se llamaba Fofo-Cahuel, no mas allá de ciento y pico de kilómetros. Nos decía que en él no se podía fallar, ya que había gran cantidad de jabalíes en unos bañados cubiertos con juncales y totoras, donde iba como último recurso, si no tenía suerte en otros lugares.
Desde la primera salida con estos personajes nos dijo que había que asegurar la presa para que la ultimara Repetur, que en ese entonces no tenía mas de 23, 24 años de edad, a la que le había preparado una especie de lanza corta.
Ello ocurrió, y se dio como él lo quería y planificó. Los europeos no salían de su asombro al ver plasmado lo que nunca pensaban podía ocurrir. Los perros, luego de una hora y algo de andar, levantaron un padrillo el que en corta corrida y tomado por los cuatro dogos, quedó prácticamente estaqueado; así que nos fue sencillo desgarronarlo. El lance se produjo entre esos verdes barriales, donde en corta distancia no nos divisábamos unos de otros. En parte tuvimos que sortear la fronda con el agua por arriba de la cintura. Agustín que iba a caballo, por cuanto tenía un problema en su pierna derecha, como el Gran Capitán de los Andes, daba continuas órdenes a sus perros para evitar se separaran, las que se convirtieron en fuertes “chuá-chúa-chuá”, cuando los blancos le dieron imperceptibles señales de que estaban cerca de la presa. Se repetía una vez mas la típica postura de los hocicos arriba “buscando” el viento; las colas, en un acelerado movimiento lateral y circular, y sus brazos en un movimiento parecido al zapateo, para de inmediato convertirse en alocada carrera.
Ya nada podía detenerlos ni detenernos. Llegamos a los pocos segundos, guiados por el ruido de la pelea y las señales que iban dejando al voltear la vegetación.
Repeteur, que no era la primera vez que lo hacía, cumplió con su faena.
Ninguno de los dogos, tres machos y una hembra, sufrieron heridas de consideración, lo que quedó solucionado con unos pocos puntos de sutura, lo que aceptaban sin “reproche”. Lo recibían como una caricia mas. Recuerdo sus nombres: Quemú, una espectacular hembra. Mayoco, Alpataco y Solitario. Este perro al poco tiempo se lo regaló a su hermano Francisco. Terminando sus días en Santa Isabel, habiéndonos dejado muchas crías.
Quienes tuvimos la suerte de conocer a Agustín y compartir muchas horas de amena charla y algunas de cacerías, no solo de jabalíes, pudimos palpar su simpatía, inteligencia y sobre todo nutrirnos del conocimiento y experiencia que -como nadie- tenía sobre nuestro dogo. Fue un personaje de inmensa generosidad y lleno de humanidad. Por el ámbito de la justicia y la política no pasó desapercibido. Dejó rastros indelebles; fue condecorado por la comunidad indígena de Esquel con un titulo, que no recuerdo, pero era algo así como de “Cacique Honorario”, por todo lo que había hecho para que se les devolviera parte de sus tierras, arrancadas injusta y violentamente; fue condenado a muerte por haberse levantado en armas en contra de la llamada “Revolución Libertadora”, junto a quien fuera otro gran doguero, el Capitán Phillipeaux, tomando por unos pocos minutos, solo ellos dos, la casa de gobierno de La Pampa. Evitó el fusilamiento por haber permanecido oculto en distintos campos de esa provincia; sufrió años de cárcel cuando se entregó luego de dictada una ley de admistía.
Ahí están las historias escritas por muchos de sus amigos; entre ellas, las relatadas en distintos medios especializados por Carlos Rebella y Amadeo Biló, a quienes, entre otros, nuestra institución debe reconocer todo lo que han hecho por la difusión de la montería criolla. Lo que dejo propuesto a sus autoridades.
Agradezco sobremanera a los organizadores del evento -que hoy convoca a la gran familia doguera- me hayan distinguido para entregarles este breve recordatorio del Gran Agustín.


Horacio Rivero, Córdoba, 24 de Febrero de 2008





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